Símbolo del renacimiento eterno
Asuán (Aswan, Sieni) es uno de los centros sacros más significativos del antiguo Egipto. Está asociado a muchos mitos y leyendas sobre Osiris e Isis. Fue aquí donde Isis recogió las partes desgarradas del cuerpo de Osiris después de que su hermano Seth lo matara y desmembrara, esparciendo las partes por todo Egipto. Asuán, como «punto de reunión», se convirtió en símbolo del renacimiento eterno y de una profunda conexión espiritual con el ciclo de la muerte y el renacimiento.
Según la leyenda, Seth, el dios del caos, la guerra y la muerte, mató a su hermano Osiris cortando su cuerpo en 13 pedazos y esparciéndolos por todo Egipto para impedirle el paso al más allá. Sin embargo, Isis fue en busca de las partes del cuerpo de Osiris para reunirlo y devolverlo a la vida.
Asuán adquirió importancia en la etapa final de la búsqueda de Isis cuando, tras reunir todas las partes del cuerpo de Osiris, inició el ritual de resurrección, dándole una nueva apariencia y permitiéndole continuar el eterno ciclo de la vida y la muerte. Su poder y sus conocimientos no sólo lo resucitaron, sino que también unieron las distintas partes, simbolizando la victoria del orden sobre el caos y de la vida sobre la muerte.
Los procesos alquímicos y rituales asociados a Isis y Osiris tenían lugar en Asuán y cerca de allí, en las islas de Philae, en medio del Nilo, donde se construyó el magnífico templo de Isis que sobrevive en la actualidad. Los rituales de iniciación incluían aquí el uso del agua del Nilo para la purificación, reforzando el concepto alquímico de disolver lo viejo para crear lo nuevo. Asuán se convirtió así en un lugar de poder y unión espiritual, importante para el proceso alquímico de transformación y unión de lo material y lo espiritual.
Asuán es un lugar importante para comprender el antiguo concepto egipcio de la vida después de la muerte y la transición del alma. El proceso alquímico de Isis uniendo las partes del cuerpo de Osiris se convirtió en un símbolo de la integridad necesaria para la vida eterna. El proceso de renacimiento, construido como principio alquímico y espiritual, se reflejó en el espacio de Asuán.
Asuán se convirtió en la frontera sur de Egipto, representaba una especie de umbral de transición entre diferentes estados (tanto en términos físicos como simbólicos), entre la vida y la muerte. Ausan se convirtió en el lugar donde comenzaba el trabajo alquímico sobre el alma. Este proceso incluía etapas de purificación, separación, unión y renacimiento.
En la mitología egipcia, Asuán se asociaba a la colina primordial (Ben-Ben) de la que partió la creación. Esta idea se combinaba con el principio alquímico de transformación del caos en orden. La orientación astronómica de los templos de Asuán reforzaba la conexión con los ciclos del sol y las estrellas, especialmente Sirio y Orión, que simbolizaban el proceso de transformación espiritual.
El granito de las canteras de Asuán se utilizó para crear obeliscos y sarcófagos en todo Egipto, símbolos de ascensión y eternidad. Material de construcción duradero, simbolizaba la culminación de la obra alquímica, el acto de fijación.
La leyenda del renacimiento de Osiris
El mito de las trece partes del cuerpo de Osiris refleja las trece etapas del proceso alquímico. Cada parte del cuerpo de Osiris corresponde a una etapa particular de la transformación interna y externa necesaria para alcanzar la perfección alquímica. Los egipcios también asocian el número 12 con la división espacial o territorial. El cuerpo de Osiris como símbolo de integridad, al estar dividido en doce partes, aparece como un análogo de la división de los espacios que ya no pueden soportar la armonía y la prosperidad.
En el contexto mitológico, este desmembramiento era un acto de máxima destrucción, que interrumpía el orden divino, y Seth, siendo la encarnación de las fuerzas del caos, dividió el espacio en doce partes y creó las condiciones para la destrucción del orden y la armonía, que encarnaba Osiris. Seth desempeña en este proceso el papel de catalizador, el impulso necesario de los procesos de transformación.
El restablecimiento de la armonía en la imagen de Osiris requería el cumplimiento de condiciones especiales relacionadas con los aspectos interior (espiritual) y exterior (físico) de este poder. Esta acción pone de relieve la importancia de la armonía entre la envoltura física y la energía interior, que los egipcios llamaban Hekau, la fuerza mágica que sustenta la vida. Se trata de un concepto clave en la antigua alquimia egipcia que denota el poder mágico, la base de la alquimia. Con la ayuda de Hekau, dioses y magos influían en la realidad llevando a cabo procesos de curación, restauración o transformación.
Cada una de las partes del cuerpo de Osiris representa un aspecto diferente de su esencia y su poder. Isis tenía que encontrar las doce partes del cuerpo porque sólo el cuerpo completo podía ser el receptáculo del poder de Hekau, que sostenía tanto la existencia física como la espiritual. Sin la unidad del cuerpo físico, el ritual de resurrección (así como la transformación) no habría sido posible. La tarea más importante era restaurar y construir Hekau. La restauración de Hekau requería la creación de un campo de energía que mantuviera la unidad de cuerpo y espíritu. Este campo permitía a Osiris pasar a un estado de renacimiento eterno.
La asistencia de otros dioses, como Horus y Anubis, era necesaria para asegurar Hekau. Anubis (dios de los ritos funerarios) ayudaba en la purificación del cuerpo, y Horus, hijo de Osiris e Isis, encarna la nueva vida, la armonía y la justicia. Es un símbolo del oro alquímico: la perfección alcanzada a través de las dificultades, la superación del caos y la transformación. Mediante rituales y trabajos alquímicos, Isis consiguió restaurar el cuerpo de Osiris.
Desde una perspectiva alquímica, la muerte y resurrección de Osiris corresponde a la etapa de desintegración, muerte y purificación. En esta etapa se destruye la materia o la conciencia para preparar el renacimiento. La transformación requiere la destrucción de viejas estructuras y la liberación de formas y egos obsoletos.
El acto de Isis de adquirir y reunir las partes del cuerpo de Osiris corresponde en la alquimia a la etapa de purificación, el renacimiento a través de la unión. Cada parte del cuerpo de Osiris simbolizaba tanto el proceso como los elementos del cuerpo o los aspectos del alma humana que deben unirse para alcanzar la plenitud.
Tras su renacimiento, Osiris no volvió a la vida terrenal, sino que renació en un cuerpo sutil y se convirtió en un cuerpo eterno de conciencia. Esto corresponde a la etapa más elevada del proceso alquímico, la ascensión espiritual, la unión con el principio superior. En la alquimia, ésta es la etapa final, que simboliza el hallazgo de la piedra filosofal, la iluminación espiritual y la armonía.