Mana. Campos integrales
Mana es el concepto sobre el campo etéreo. En la antigüedad la comprensión de mana era un hecho que no requería definición, por lo tanto, la percepción de mana como un cuerpo en el espacio era natural. Todas las etnias vivían según el poder del espacio formado por tal o cual campo, por el éter. Cada área se caracterizaba por sus propiedades del éter, así como por su planta dominante en este campo. Por ejemplo, los sumerios y los egipcios vivían en el campo etéreo del tamarisco. Este campo se podía oler, percibir y por ende, éste representaba el poder vital del mana.
Mana tiene determinada geometría del cuerpo y conciencia superior, con el tiempo en varias culturas la percepción de este concepto comenzó a corresponder al concepto de Dios. Resulta que mana, campo, éter y dios son conceptos similares que tienen diferentes interpretaciones en diferentes culturas. Y aquí es importante la persepción del aroma como amrita o éter mediante cual respira el mana o el dios. Es decir, amrita es tanto lo que se respira como el proceso mismo.
Este proceso fue importante para la formación de la conciencia y del cerebro, ya que el aroma activaba y fortalecía diferentes partes del mismo. Y si, por ejemplo, estudiamos la reacción bioquímica hacia el aroma del tamarisco, entonces ésta se asociaría a las partes temporales del cerebro. Lo que era la condición para sintonizar con el mana en los egipcios, fomentaba a las partes temporales del cerebro. Además, para los antiguos era básico el carácter de la entonación con el campo, y no la definición de los mismos.
Cuando los griegos comenzaron a definir el espacio, el espacio se había “establecido” formando los elementos. Al mismo tiempo, la conciencia comenzó a desconectarse de la respiración superior, comenzó a respirar mediante los elementos, es decir, del aire y luego del viento. Finalmente el árbol mismo llegó a representar un elemento. Hoy es difícil comprender esta transición, ya que se ha perdido la percepción de las funciones de la respiración desde la posición del éter. Por lo tanto, el mana, como parte del campo o del éter, se “acreditaba” automáticamente como elemento. De esta forma el éter se ha convertido en un elemento.
Es decir, cuando nuestro espacio parecía haberse asentado en relación con otros campos macrocósmicos (integrales), tanto la física temporal como la atemporal (cuántica, nuclear) comenzaron a influir en nuestro mundo. Como resultado tenemos, digamos, una planta vegetal con energía temporal y un campo etéreo atemporal, o campo de mana, que se forma bajo condiciones de fermentación natural o artificial de la energía de esta misma planta.
En nuestro caso esto se expresa en el hecho de que todas las plantas vegetales (a excepción de algunos lugares concentrados del aroma) comenzaron a representar energía temporal, y los aceites esenciales obtenidos de ellos comenzaron a representar la energía atemporal. Entonces un fenómeno como el espíritu de una planta se ha convertido en una especie de éter.
Hasta cierto momento, los aromas de las plantas, el incienso llenaban a los campos, el éter, el mana. Con el tiempo, los aceites esenciales cobraron importancia, la capacidad de respirar, es decir, las condiciones necesarias para respirar con el poder del mana. También hay que tener en cuenta que en la antigüedad la respiración no se definía como un esfuerzo, ya que la conciencia estaba sintonizada con uno u otro campo integral y reemplazaba en gran medida el trabajo del corazón asociado a la respiración. Es decir, el aire, o más bien, el éter mismo entraba en el cuerpo. La gente existía en el éter como pez en el agua.
El éter determinaba qué planta necesitaba un nomo o un tótem. A partir de esto también podemos determinar una serie de condiciones etéreas para la conexión de nuestro cerebro con los campos integrales. Por ejemplo, podemos apoyar y desarrollar el cerebro cultivando incienso, eucalipto, salvia, menta, lavanda, tomillo, orégano o albahaca. De esta manera formamos algo así como un esfuerzo etéreo capaz de penetrar y nutrir varias partes del cerebro.
En general, Platón decía que el mundo fue creado a partir del éter y formaba parte del sistema nutricional de las constelaciones por donde traspasa la luz. La vida en la antigüedad, por tanto, existía y se desarrollaba según principios y leyes algo diferentes, obedeciendo al poder del mana. Pero tan pronto como la Tierra comenzó a formar un elemento, en contraste con el éter se convirtió en un elemento divisible.