Limura
País: Rusia
¿Para qué vivir para siempre si no sabemos qué es la “vida”?
Limura, “La ciudad de los muertos”
En mi infancia me enfrenté a un hecho: entendía cómo hacer masajes correctamente, pero físicamente no podía hacerlo de la manera como lo entendía. Lo intentaba y lo intentaba, pero me llevó años poder siquiera acercarme a la realización de aquello que entendía.
Me encontré con limitaciones similares un poco más tarde en la creatividad: en dibujo, modelado, costura. Era como si viera cómo hacerlo, pero mis manos y mi cuerpo no podían realizarlo. Me esforzaba constantemente en que saliera como me lo que imaginaba, observándome y descifrando qué y por qué no sabía hacer. Este enfoque me convirtió en un maestro desde el principio.
En la escuela enseñaba geometría, álgebra, biología y química. Los maestros me enviaban a los estudiantes más negligentes para clases adicionales y exploré con entusiasmo cómo transmitir la información para que se absorbiera mejor. Poco a poco, llegué a la conclusión de que “a todos les falta la base” y es necesario buscar la falta de comprensión en ella para que una persona adquiera la capacidad de operar con cosas más complejas. El estudiante debe estar interesado, enseñarlo a comprender, y no solo entrenarlo para resolver problemas temporales.
En el proceso de autoexploración y trabajo con varias personas, surgieron nuevas tareas, se encontraron soluciones y se multiplicaron las preguntas que no había a quién hacer. Paralelamente a estos procesos, se causaron problemas en mi propio cuerpo y busqué opciones para superarlos. En el octavo grado, me vi obligada a desafiar a mis padres y al entorno en la forma de rechazar la comida excesiva y vivir de acuerdo con las leyes de las muchas enfermedades que se encontraban en mí. “¿Ir muriendo durante toda mi vida o arriesgarme a vivir al menos un poco, pero con la fuerza disponible para mí?” — pensé y dejé de seguir las recomendaciones de los médicos. Me arriesgué y emprendí una búsqueda, convirtiendo mi vida en un experimento interesante.
Entonces, la prohibición de moverme activamente, recibida en la infancia, a la edad de dieciocho años se transformó en un certificado de instructora de clase internacional en el campo de los programas grupales de acondicionamiento físico. Esto reunió un poco mi cuerpo, me enseñó a disciplinarme y superarme, pero sentí que la vida con el fitness y en el gimnasio, es vida hasta los treinta años, y luego llega un vacío.
Seguí buscando, comencé a estudiar y profundizarme en Pilates, enseñar y ver la efectividad. Pilates me enseñó a sentir, comprender y controlar más el cuerpo.
Pero una vez, durante la certificación habitual en Novosibirsk, llegué a las clases de Bagua Zhang en INBI con Airat Mardanov. Recuerdo cómo miraba al auditorio alrededor, donde en su mayoría había personas mayores de cincuenta años y recuerdo que hacían todo con facilidad y sobreviví hasta el final de la clase con el único pensamiento que un instructor de clase internacional, como yo, no podía rendirse. Me enganchó la comprensión de mi debilidad, casi discapacidad en el contexto de las tareas aparentemente simples. Y después de unas horas, me di cuenta de que estaba sintiendo la pierna, la misma por la cual en su momento comencé a practicar, para poder sentir y revivirla. Fue el punto de entrada que determinó inequívocamente mi Camino futuro.
En la Academia INBI comencé a hacer preguntas y cada vez recibía la misma respuesta de diferentes personas: “Solo CHOM puede responder esa pregunta”. De esa manera, un tal de CHOM (Oleg Cherne) entró en mi vida, a quien de alguna manera tenía que dirigir todas mis inquietudes. Y en la primavera de 2008, se realizó nuestra primera reunión.
“Si hiciste una pregunta y nada te impide buscar la respuesta, entonces quizás tú y CHOM deberían seguir el Camino de la Alquimia”. Todavía recuerdo las preguntas que le hice una vez y como respuesta adquiero experiencia: al practicar la alquimia, busco respuestas y a cambio, encuentro más y más preguntas nuevas. Esto profundiza de manera integral y te permite descubrir más y más nuevas facetas de ti mismo.
Ahora soy instructora de la dirección taoísta de INBI, programadora, diseñadora que no ha olvidado su misión: profundizar y llevar el conocimiento acerca del masaje especial que conecta, armoniza, transforma la realidad y perfecciona el hueso.