Alquimia Andina
Nuevos Guardianes vienen a nuestra Tierra,
Y los que han hecho mucho daño a la Madre Tierra,
Deben cambiar su actitud hacia ella o se irán de acá.
Para cambiar la actitud, deben cambiarse a sí mismos.
La civilización andina es una de las matrices en el mundo y no está creada por otras civilizaciones. Cronológicamente su formación se correlaciona con el período de la época sumeria (III milenio antes de Cristo), lo que nos indica el estatus especial de la cultura andina, su conexión con el plan celestial y las condiciones especiales que se formaron en esa región.
La singularidad de esta civilización radica en la herencia del conocimiento. A pesar de la invasión española, esta tradición ha sobrevivido hasta el día de hoy gracias a los indígenas Q’ero que viven en el altiplano andino. Entre ellos se encuentran los descendientes directos de los sacerdotes incas, escondidos de los españoles durante siglos. Conservaron el conocimiento sagrado de Pachacutiq, o Unu Pachakutiq, que se puede definir como la Alquimia Andina.
Esta tradición alcanzó su apogeo de desarrollo en la época del reinado del noveno Inca (o el noveno nivel de perfección) Sapa-Inca, Pachakutiq Inka Yupanki, quien gobernó desde 1418-1471. Precisamente en este momento el Egrégor de los Incas alcanzó su apogeo en la forma de su gran imperio Tawantinsuyu (Tierra de los Cuatro Países del Mundo, quechua). El nombre del noveno Inca, Pachacutiq, significa “el que cambia la tierra,”, y Yupanki significa “prudente”.
Podemos decir que la cultura inca en sí es un producto de la Alquimia Andina, por lo que el concepto de Inca es similar al concepto de persona perfecta. Cada Inca es producto de un proceso de perfeccionamiento, que incluye 13 niveles (cuánto tiempo, de hecho, debería haber existido el mismo imperio Inca). El apogeo de este conocimiento fue el lugar especial de transformación de Machu Picchu (Montaña Vieja, quechua) — la ciudad-residencia, el centro espiritual del imperio de Pachakutiq Yupanki, donde la tarea alquímica expresada por el término “Pachacutiq”, es decir, la permanencia en la Tierra (pacha) y la capacidad de cambiar el tiempo (cuti, cutec).
De esa manera, el Inca es cierta cualidad, una manifestación de la capacidad de lograr una transformación completa. Los Incas se convirtieron en los recolectores del conocimiento del Cielo, o plano celestial de Hanan Pacha. Este conocimiento formó el concepto del Inca mismo. La estructura de conocimiento de la Alquimia Andina se basa en conexiones superiores. Según ellos, cualquier momento histórico es voluntad del Cielo, aunque los procesos inmediatos están determinados por la Tierra. El ser humano no tiene nada que ver con eso, debe representar la voluntad del Cielo, es decir, ser Inca, o apoyarse en el proceso del perfeccionamiento, es decir, existir en cierto significado existencial.
Desde el punto de vista del conocimiento, el plano celestial de Hanan Pacha es una especie de luz, que se conoce como la luz de Inti (Inti es venerado en la forma de la deidad del Sol). Según la enseñanza andina, con el tiempo la luz de Inti se volvió inaccesible para las personas. Sólo llegando a ser Inca uno podía establecer conexión con esta luz y generación adicional de energía necesaria para la creación o comprensión del proceso de transformación (proceso de Viracocha). Toda creación es una fórmula entre unión y desintegración, o entre Mama Killa (Diosa de la luna) y Pacha Kamaq. Sin entender esto es imposible manifestar el principio vital inherente al concepto de Mama Cocha (es el concepto de profundidad, representado en la imagen de la Diosa del agua).
Al mismo tiempo, cabe entender que durante la formación de la Alquimia Andina no sólo hubo una realidad diferente, sino también una operación diferente con ella. Para nosotros hoy en día, esa realidad es irracional. Y, Kon-Tiqsi-Wiraqucha es determinado estado del espacio desde la posición de la luz, que no sólo representaba el proceso de creación, sino su forma perfecta superior, que ya en tiempos de los Incas podía ser comprendida al alcanzar la cualidad de una persona perfecta, o Inca. En general, hablamos de la posibilidad de aceptar la sustancia suprema, su asimilación y transformación, que hizo posible llegar a ser el Gran Inca (Sapa-Inca), capaz de conocer los límites del Cielo, o los espíritus de las montañas sagradas de Apu.
Para lograr tales habilidades de estar en nuestra Tierra, se requirieron esfuerzos especiales, que hoy podemos designar como los esfuerzos del cerebro. Y los Incas alcanzaron esto, pero al mismo tiempo se produjo la decaída del principio humano, que según diversas tradiciones, debería pasar en el período entre el año 1992 hasta el 2027.
Todo esto está incluido en el concepto de Alquimia Celestial, que fue creándose paulatinamente por las antiguas culturas del Norte Chico (siglo IX a.C. – siglo XVIII a.C.), Chavín (siglos IX-II a.C.), Mochica (Moche, siglos I-VIII) , Tiwanaku (siglo II a.C. – siglo XII) y, finalmente, los Incas (siglos XII-XVI), quienes intentaron mantenerse en contacto con el plano sagrado celestial a través de puntos especiales o lugares de poder, Huacas. Sin embargo, el proceso de materialización lentamente privaba al Cielo de su propia presencia, hasta que Pachamama (Madre Tierra), en vez del concepto de tiempo, se asoció con la Tierra, y en formas inferiores no ocupó una posición dominante en el mundo en la manifestación de lo sagrado. Pero, al mismo tiempo, cada punto, o Huaca, sigue reflejando algún cuerpo celeste o fenómeno.
En este sentido, el significado y la tarea más importante para las culturas andinas fue el proceso que está incrustado en el símbolo de Viracocha (un concepto alquímico especial, que significa la realización de la conexión entre el poder del Cielo y la Tierra). Fue este proceso el que se definió como tiempo especial, o Pacha. Es decir, si tratamos de explicar este concepto, entonces es el tiempo profundo que sostiene la conciencia y se proyecta en uno de los siete espacios del Cielo (estos espacios luego se conocieron como constelaciones).
Para los pueblos andinos era importante la conexión profunda, invisible para nosotros, con el espacio de una de las siete conciencias superiores de Apu, Pakkarik Pacha (con este concepto está relacionado el origen del mundo). Esta idea de conexión formó la base del sistema quipu, que fija la conexión con la conciencia de uno de los trece mundos. Esta conexión es la condición para el desarrollo y fijación de la conciencia de la luz, que se adquiere en el proceso del desarrollo del cerebro e incluso de la visión.
Quipu (khipu) es un concepto importante en la Alquimia Andina, que en quechua significa literalmente “nudo, ligadura”, pero en realidad es algo como el concepto de concentración, al que también incluiremos lo que constituye el plano material de la concentración. El concepto de quipu en la mente de los pueblos andinos representaba la tridimensionalidad y los acercaba a la percepción integral del macrocosmos. Cada espacio en su entendimiento era un esfuerzo integral, un nudo (quipu).
Este conocimiento se remonta a la época de la cultura del Norte Chico — este es el más antiguo de los estados precolombinos conocidos de América (siglos XXX-XVIII a.C.), cuyos habitantes, de hecho, rendían culto a ciertos esfuerzos (llamémoslos símbolos), cierta conexión de espacio o la conciencia del espacio. Estos esfuerzos fueron una especie de programación, cuyas capacidades usaba el cerebro.
Quipu no es solo un nudo, sino también un patrón basado en la matriz de doce hilos colgantes. Esta es una especie de código de la Alquimia Andina, que explica cómo operar con los Doce Campos. Resulta que la existencia en la Tierra se calculó mediante cierta fórmula que consideraba simultáneamente Doce Campos del espacio, es decir, no solo lo que sucede en un mundo visible, sino también en el invisible (ambas esferas tienen convencionalmente seis categorías).
La fijación del espacio por nudos se puede correlacionar con cierta función de generar esfuerzo, en la que cada ligadura es una especie de código, y todos juntos forman un sistema de percepción bastante complejo que requiere un esfuerzo extraordinario en el cerebro (al menos desde el punto de vista de la modernidad). Esta sintonización, reestructuración del cerebro, de hecho, fue el proceso clave de la Alquimia Andina, que construyó la conciencia del ser humano de acuerdo con el plan celestial, permitiendo que el Cielo controlara la conciencia. Y todo lo que se requería de las primeras culturas era simplemente estar en sintonización con el plano celestial para que la información necesaria entrara en el cerebro.
De esa manera, quipu es una especie de codificación de la conciencia por los Campos. Y cada cuerda, su longitud y los hilos, habla de la actualización de uno u otro Campo. El color muestra la frecuencia, los nudos muestran el esfuerzo, la espiral (hilo retorcido de colores mezclados) representa la dirección.
El desciframiento de tales manifestaciones en los primeros quipus no es tan importante, ya que la base aquí es el estado del cerebro de la gente en su momento y no lo que mostraban. Para nosotros es importante tener en cuenta la originalidad y especial resonancia de las personas con el cosmos y no sólo su intento de imponer su comprensión sobre estos procesos.
Claro que en la época de los Incas ya no existía esa influencia del Cielo, pero entendieron la importancia de la sintonización, que les permitía mantener el desarrollo del cerebro con la ayuda del quipu y esto ya dice mucho. Para los quipus Incas, esta no era una información cotidiana, sino principalmente un sistema educativo de autodesarrollo. Por ejemplo, si tomamos un ábaco y una calculadora, veremos que para una persona moderna el ábaco se convierte en un sistema de cálculo súper complejo — el cerebro simplemente no se esfuerza.
Y si tomamos en cuenta que el quipu se hizo en gran medida pensando en no perder la sintonización con el Cielo (que esconde la comprensión de otro mundo, que es inaccesible a la conciencia moderna), entonces podemos entender que su cerebro nunca ha sido en un estado relajado.
Es decir, la Alquimia Andina tiene una forma especial de codificar la conciencia, o mejor dicho, de mantenerla en la percepción de la estructura jerárquica del macrocosmos, y demuestra una comprensión de cómo mantener el cerebro en una representación tridimensional. Es decir, lo que hoy llamamos pensamientos, para la gente en la antigüedad se expresaba en forma ideográfica.
Los incas trataron de desarrollar y mantener esta capacidad, definiéndola por el concepto de amauta, que significa no solo la capacidad de pensar ideográficamente, sino también de operar con la energía de las células cerebrales. Precisamente este cerebro tenía el Inca supremo (Sapa-Inca), capaz de atar, materializar eventos hasta nueve niveles de profundización en las características de frecuencia correspondientes.
Esto conduce a la capacidad de percibir y asimilar la iluminación de la luz, es decir, de alimentarse de la energía del sol. Y esta, quizás, es la idea principal de la Alquimia Andina. Dentro de su marco, el sol se presenta no como un concepto figurativo, sino como una luz con 24 matices o cualidades de energía, siendo las más importantes las que son capaces de hacer crecer y fortalecer las células cerebrales.
Es decir, una cosa es percibir un solo color, otra, una combinación de colores, que contribuye a la resonancia con la luminosidad. La cumbre del proceso de torcer (absorción de la luminosidad) es la resonancia en las circunvoluciones del cerebro, que se consideran como conductores que convergen en las raíces y los nudos del cerebro, donde la luminosidad puede acumularse y transformarse.
En la tradición andina estos nudos están relacionados con los granos de maíz y, de hecho, representan todos los espectros de color. Los nudos que brillan como el oro son el estado más elevado de absorción de la energía luminosa. En el futuro, todos estos hilos se entrelazan en la médula espinal y se redistribuyen por todo el cuerpo.
Se conocen bastantes casos de deformación del cráneo e incluso una inserción especial de placas de oro en ellos para perfeccionar el proceso de iluminación. Pero esto es, el así llamado, factor de la Alquimia externa.
En todo caso, la práctica de ciertas formas de mantener determinada tensión es necesaria para quienes quieran conocer las posibilidades de la Alquimia Andina. E incluso la ausencia de una lengua escrita entre los incas antes de la aparición de los españoles, habla de una cultura especial de mantenimiento de las propiedades del cerebro, su tonalidad y geometría, que se expresaba no solo en el funcionamiento interno, sino también en el externo, es decir, en el funcionamiento del cerebro mismo a través del Seques — líneas sagradas, que se manifestaron en interacción con las personas y el espacio circundante. Los Seques conectaban a los Incas con lugares sagrados (Huaca).
Esto indica la importancia del factor del cerebro fuera de la cabeza, que corresponde al estado del Inca o, en general, a un lugar capaz de absorber luz. El cerebro principal de este tipo es el templo Inticancha ubicado en Cusco (Perú), era una especie de cerebro espacial que absorbía la energía de Inti.
El rayo de luz mismo también se manifiesta y tiene muchos conceptos, uno de los cuales es Pariakaka (Generador de Vida). Dado que las líneas espaciales (Seques) se asociaron no solo con el paisaje y la astronomía, sino también con signos y símbolos geométricos, observamos el desarrollo de la influencia y el pensamiento alquímicos en patrones rituales de Tokapu y signos especiales de Kelkas.
El patrón Tokapu es un símbolo sagrado bordado en textiles y coloreado especialmente, que realiza tareas alquímicas para generar energía. Este es un sistema de comunicación gráfica especial, ya que los patrones Tokapu también tienen comunicación interna, lo que permite, en primer lugar, interactuar con el poder de las montañas Apu (Tokapu de “toca” — salir, “Apu” — montaña sagrada, quechua) con la energía o el espíritu que emana de ella.
Tokapu parece un conjunto de cuadrados con decoración geométrica. Este es un objeto de poder que contribuye a la acumulación de energía tanto por la energía del dueño de la ropa (la mayoría de las veces los Tokapus se aplicaron precisamente a la ropa) como por el poder de los patrones de símbolos. Además de la ropa, Tokapu se puede encontrar en impermeables, alfombras, jarrones, escudos, que aún se conservan en la vida cotidiana entre los indígenas Q’ero.
También vale la pena destacar un sistema peculiar de vincular el espacio y al mismo tiempo comprenderlo, “leyendo” kelkas (kilyaskuni — leer, quechua), que se muestra tanto en un quipu como en todos los principios de interacción con el espacio o la energía. De hecho, los patrones tokapu, los nudos quipu y los espíritus de las montañas Apu, todo se define en la Alquimia Andina como signos y símbolos, o mejor dicho, nudos.
Esta espiritualidad se puede ver en todo con lo que se comunican los pueblos de los Andes. Además, la percepción de estos símbolos, digamos, en la cultura Chavín (que existió en las tierras altas del norte de los Andes en el territorio del Perú moderno entre los siglos IX y II a. C.) alcanzó niveles no solo de materialización, sino también la capacidad de controlar a través del espacio. El mismo esfuerzo que produce la materialización fue entendido como Tokapu o kelka, lo que posteriormente se expresó en la comprensión del mundo medio de Kay Pacha, o el esfuerzo del Jaguar.
Precisamente este esfuerzo se ha convertido en la base de lo que realiza la Alquimia Andina. Es también el “nudo natural” del quipu. Este esfuerzo permite interactuar con el poder superior de Inti. Es la historia de este esfuerzo la que nos lleva a la comprensión de Kon-Tiqsi-Wiraqucha, o simplemente Viracocha, la posibilidad de realizar la conexión entre el poder del Cielo y la Tierra.
Viracocha representa la idea perfecta de dominar el quipu o kelkа interior, que permite sintonizar, recibir y transformar la luz. Es el proceso superior de creación y la forma perfecta, incluida la naturaleza del ser humano perfecto. Viracocha también representa el proceso de creación de una sustancia alquímica de la luz solar. Viracocha, de hecho, se convierte en una especie de sustancia todogeneradora o espacio sagrado (Huaca).
Entonces Viracocha se asocia tanto con el concepto de un espacio perfecto como con el de un hombre perfecto, es decir, el capaz de comprender la luz verdadera. Desde el punto de vista de la percepción externa, se entiende como dorado o solar, pero no es lo mismo. La verdadera luz es una especie de entrelazamiento, el mismo quipu, capaz de materializarse en las leyes de varios espacios.
Conseguir esta verdadera luz fue tarea de todas las civilizaciones andinas, incluida la de los Incas, quienes conectaron (o más bien materializaron la luz) a través tanto de lugares sagrados (Huacas) como de ropas, objetos de poder, oro. En Chavín (siglos IX-II a.C.) y otras culturas preincaicas, esto sucedía a través de la emanación de la piedra o montaña (que luego se llamaría el espíritu, el poder de los sagrados Apu). Y ya en el ejemplo de las culturas Huari (siglos V-X) y Mochica (Moche, siglos I-VIII), esto se realizaba a través del funcionamiento de una conciencia condicionalmente irracional para llenar el espacio y llamar a la Tierra a un poder superior.
La cadena de generación en la Tierra es generalmente un tema especial, que en su esencia es alquímico. Según los conocimientos de la Alquimia Andina, la fuente de este proceso es la conciencia superior, para la cual el plano físico material es sólo una consecuencia. Es decir, el espacio recibe cierta semilla inmortal que debe ser nutrida, y su nombre es Viracocha.
La cultura Chavín nos muestra un proceso especial de interacción con el Cielo, con la imagen de Piscoruna-Pumapasim (“hombre-pájaro con la boca rayada”, quechua), que no hace más que confirmar la teoría de que algo viene de arriba.
El proceso de creación de una cultura puede describirse como la implantación de la semilla de la conciencia. Este es también el entretejido de formas materiales de vida basado en la alta vibración que está asociada con la luz del sol, además no en la calidad como se nos presenta hoy en día. Al fin de cuentas, la principal tarea de los Incas fue la adquisición de esta verdadera luz y no solo la designación del culto al Sol. Esta luz era necesaria para que los Incas cultivaran la conciencia.
El proceso de materialización de la luz representó la conciencia superior según el principio de cristalización. Esto es lo que vemos en la cultura Chavín, donde la conciencia superior ya estaba conectada con monolitos, plantas, espíritus de las montañas, todo lo que podía cultivar la luz.
Tradicionalmente se cree que el cactus San Pedro tiene un poder especial en este sentido, capaz de regular la influencia integral de la conciencia a través de la bebida wachuma, que se convirtió entre los antiguos indígenas en una especie de alimento para la conciencia. Esto hizo posible mantener la sintonización con los Campos superiores, dio fuerza para hacer cambios, superó la defensa de la mente y la resistencia a los Campos inferiores.
Wachuma ha sido un elemento importante en las ceremonias espirituales de varias culturas indígenas durante miles de años. En el contexto de estas ceremonias se sabía que la experiencia era empática y potencialmente sostenedora de formas de vida. Además, wachuma era la principal fuente de nutrición energética y, según los petroglifos, un conductor entre los mundos.
Según la cosmogonía andina, el proceso de manifestación de la luz fue largo y la formación del ser humano llevó mucho tiempo. Aunque, por supuesto, inicialmente no se trataba de la creación de una persona — estos fueron intentos de poner la conciencia en varias formas, digamos, en entidades e incluso en piedra. Lo importante fue el proceso de regeneración, es decir, una forma peculiar de transformación escondida en cierta tensión desarrollada entre los pueblos andinos en el concepto del Jaguar. En la cultura andina el rugido del jaguar es un símbolo de regeneración, la transformación necesaria para conectar con la verdadera luz (Inti), el espacio y el tiempo (Pachamama).
El proceso alquímico mismo (pachacutec, o uнu-pachacutec) refleja la cualidad especial de la encarnación. Así se formó la conciencia de Manco Cápac, el primer Inca, o el primer hombre perfecto, que agitó el espacio con su vara dorada brillante de Tapac-Yauri, es decir, se embarcó en el proceso de transformación. Según la leyenda, revolvió la espuma del mar, obteniendo una sustancia ligera. Este bastón es símbolo deл proceso que proviene de un concepto aún más antiguo asociado a la conciencia de Viracocha.
Resulta que Viracocha (como, de hecho, Manco Cápac) es a la vez un estado y un proceso. Es a la vez la luz eterna y el creador de todas las cosas. El nombre completo del proceso Viracocha es Apu-Kon-Tiqsi-Wiraqucha, donde Apu-Kon es la Conciencia Suprema, Tiqsi es la Luz Eterna y Wiraqucha es el Creador.
Para entender la naturaleza de Viracocha, hay que poder penetrar en el centro del Cusco, ubicado en la capital de los Incas. Para ello, es importante dominar la visión de Viracocha, o mejor dicho, la conciencia, que es cierto nudo de pensamiento, información de cierta tensión. Esta visión se sintoniza con la puesta en marcha de un proceso capaz de llevar más allá del campo de determinado volumen informativo.
La Conciencia Alquímica combina la percepción visual y táctil, es decir, es de nudo. Tal conciencia es unida, no se diferencia por el gusto, el pensamiento, la vista, el olfato, contiene todo y es una condición para la conservación de la energía o la respiración. La fuerza del nudo energético determina con qué campo puede comunicarse una persona. Y solo a partir de los Campos superiores hay una conexión directa con la luz, de una forma u otra, a partir del Sexto Campo. Pero el nivel superior se alcanza en el Undécimo Campo.
La semántica saturada se transmite con la ayuda del color (o más bien, una combinación de colores). Pues bien, el propio espacio andino es un cruce de niveles horizontales y verticales, formando un cono cosmogónico de conocimiento incrustado en la cruz andina (Chakana).
En el plano horizontal, el mundo es dual, paralelo — Hanan Pacha y Kai Pacha (arriba y abajo). En secuencia vertical se expresa en el concepto de Inti, que es una condición para la generación de la luz (que requiere una forma de materialización de la luz solar, la energía solar Inti, equiparada a divina).
Por lo tanto, Inti es un concepto multinivel, una especie de forma virtual de luz que vive en la Ciudad Dorada de Paytiti, un lugar que puede acumular energía y también se entiende como Taypikala, que significa “piedra en el centro” o “luz en el centro”. Es decir, Inti es también la esencia materializada del proceso alquímico.
Por eso, inicialmente era importante crear un lugar (Paytiti) para nutrir a Inti. Esto requería tanto oro físico, capaz de iluminar la luz, como oro condicional, generador de energía solar (es decir, determinado centro, piedra, cristal o persona). Y el que llegaba a tal estado alcanzaba la calidad de Inca. Por lo cual, para los Incas el oro en sentido literal y figurado se convirtió en un reflejo de la energía lumínica (solar), y el concepto mismo de Inti adquirió un significado ritual en la imagen de la generación o creación de un hombre Inca perfecto.
La interacción con la luz, o la condición para la interacción con Inti, está oculta en el concepto de penetración, que expresa el cuchillo sagrado o ceremonial de Tumi. Esta es una forma importante de relación con el espacio en todo el proceso de cognición de Inti, es decir, es la materialización del poder del pensamiento y la fórmula para la comunicación no solo con la luz, sino también con el poder del lugar, con el Tótem.
Este símbolo de intuición caracteriza toda la idea de la vida inca en general e indica la importancia no solo de la sacralidad de la Ciudad Dorada de Paytiti, sino de todo el territorio de los incas, algo así como “en este lugar habita la luz”. Paytiti siempre vive dentro de un verdadero Inca (luz transformada — titi, quechua). Esta es la tarea de la Alquimia de los Incas. De esa manera, la ceremonia Inti es la energía de la luz, transformación a través de Tumi en la sustancia de Titi, que el cuerpo y la conciencia pueden absorber.
Hoy en día, este conocimiento (aunque de forma velada) se ha conservado en la tradición de la ceremonia Karpay, que se ha conservado entre el grupo indígena Q’ero de las tierras altas. Karpay abre la puerta al gran espíritu Apu y expresa la energía espiritual de las tres poderosas fuerzas de la vida:
- Yachay — sabiduría espiritual
- Kawsay — el don de la vida representado por el poder del corazón
- Llankay— esfuerzo dedicado a una misión o propósito.
El poder de la ceremonia Karpay proviene de un espacio especial que representa las fuerzas:
- Hanan Pacha. El misterioso poder del Universo y los dioses celestiales, el Plan celestial.
- Kay Pacha. Solución y poder misterioso de Pachamama (Madre Tierra), la energía de todos los seres vivos.
- Uku Pacha. El paraíso eterno de los espíritus del otro mundo.
La percepción de todo esto debe ir acompañada por una visión especial. De esa manera, la Alquimia Andina es una manifestación de lo sagrado en “piedra”, en “madera”, en todo y, lo más importante, en la conciencia, que según las creencias de los incas no es menos misteriosa y significativa que la manifestación de lo sagrado en Dios.
Es importante recordar que el proceso de devenir en la Alquimia Andina es más importante que las mismas profecías. Por supuesto, para esto es importante poder profundizar en la Alquimia Andina para comprender el significado de culturas como Nazca (con sus impresionantes dibujos geoglíficos gigantes), Tiwanaku, Chachapoya (siglos V-XV), etc.
+Taipikala
Taipikala, “piedra en el centro”, u “organo sagrado” (organo sagrado – órgano sagrado, Sp.) – el principal concepto sagrado en la alquimia andina. Define la importancia de la existencia de la conciencia en un estado cualitativo peculiar como su tarea principal.
La cultura sudamericana, y específicamente la andina, conserva conocimientos sobre la existencia del ser humano en estado de sintonía con los profundos procesos del desarrollo del espíritu. Esta forma de existencia está vinculada a los órganos especiales de los sentidos que los indios de la antigüedad tenían y desarrollaron en sí mismos. El desarrollo del ser humano en esta cultura era una manera de lograr los máximos resultados en la interacción con el mundo exterior, por lo tanto, en este trabajo es importante confiar en las capacidades desarrolladas y en la facultad de observar y utilizar cualitativamente en la práctica los cambios en el espacio.
Esta habilidad fue desarrollada por chamanes indios en un momento en que las vibraciones de la Tierra estaban cambiando, lo que llevó a la pérdida de parte de las capacidades humanas para interactuar con la energía. Durante este período, en las personas cambiaron no sólo la energía, sino también la estructura fisiológica del cuerpo.
La conexión personal con la energía del lugar, que era muy activa hace 3000 años, formó un entorno fisiológico completamente diferente en el cuerpo humano. La capacidad de percibir y asimilar la energía era una habilidad natural de los antiguos indios. Esto fue facilitado por el centro de energía, o recipiente, que estaba ubicado debajo del ombligo. Un cuerpo con tal órgano se llamaba illapa (yllapa, “poseedor de la luz interior”). Se creía que tal cuerpo era capaz de transformarse.
El conocimiento de trabajar con el órgano sagrado nos lo han dejado los Incas. Se cree que el último representante de la cultura andina, que expresó plenamente estas posibilidades, fue Tupac Amaru (Tupac Amaru), el último Inca Supremo. Pero la historia original de esta experiencia se remonta a la época de la cultura Chavín (900-200 a. C., actual territorio del Perú) – esta es una de las primeras culturas indígenas de América del Sur, cuyos representantes utilizaron las posibilidades del vaso sagrado para lograr la transformación.
Con el tiempo, para mantener la actividad de este centro, los chamanes indios desarrollaron acciones prácticas y rituales especiales. Así se conformó el trabajo de activación, mantenimiento y desarrollo de los recursos humanos internos que caracteriza las tareas de la alquimia andina. El concepto de “órgano sagrado” tiene entonces un significado ideológico-filosófico y práctico. Y para entender este tema, es importante la experiencia vinculada al desarrollo de la capacidad de sentir del ser humano.
Según el conocimiento de la alquimia andina, la cualidad de la interacción de estos órganos con el espacio se forma desde dentro, y no se adquiere desde fuera. La práctica de desarrollar esta habilidad está dirigida a la formación y activación del centro sacro en el ombligo (órgano sagrado) y vincularlo con los apus del cerebro (conciencia andina). Al mismo tiempo, la presencia de un órgano sagrado no significa que esté realmente involucrado y cumpla su función energética, el centro apus es importante para su activación.
En la vida de los indios andinos, el órgano sagrado y el apus son necesarios para la percepción de las finas vibraciones del espacio, lo que les permite percibir el espacio de forma multidimensional, voluminosa y holística al máximo. La presencia de estos centros permite que la energía del ser humano se desarrolle realmente sin límites.
+Iniciación con Cristales
Los cristales y las piedras no son sólo objetos con los que se asocia el conocimiento en el mundo del chamanismo y la magia. Estos son objetos que representan el más alto espíritu del espacio. Son capaces de materializar, condensar la energía hasta valores básicos visibles. Los cristales son objetos mágicos, ya que son portadores de fuerzas vibratorias superiores y se consideran animados, representando el poder del lugar donde se ha realizado la materialización de un cristal en particular. Los cristales tienen un flujo de energía dirigido que forma la relación de la realidad física y espiritual.
Desde la antigüedad, los cristales han sido un atributo indispensable de los chamanes y los magos quienes se sintieron atraídos por las posibilidades que se abren con la ayuda del poder de estos objetos. Son de particular importancia en la cultura de los Andes. Según las ideas cosmogónicas de los indios andinos, los cristales representan la naturaleza de Apus (la conciencia del espíritu de la montaña), y su poder se clasifica según los tipos de conciencia en siete tipos. De esta forma, Apus es el espíritu de uno de los sistemas que conscientemente puede sujetarse a nuestro espacio vegetativo. Está representado por esta o aquella montaña o incluso por un cristal separado, si su estructura cristalina es capaz de llenarse de energía.
Es el llenado de energía lo que caracteriza la preciosidad de un cristal en particular. Esta plenitud forma doce niveles de transformación de energía, donde cinco tipos de cristales se dividen según los principios de los elementales, y siete, según el principio celestial, aunque es más correcto dividirlos por seis de cada tipo.
La correspondencia de esta o aquella vibración también predetermina el potencial iniciador del cristal. La división en sí tiene una conexión interna, formando un vaso sagrado, algo así como una esmeralda sólida de forma geométrica regular. Todo lo que está en un espacio particular también tiene su propia forma cristalina, lo cual es importante para la acumulación y conservación de energía en un campo macrocósmico particular y en lugares de incubación, acumulación de energía, como, por ejemplo, el Antiguo Egipto, la Antigua China. o los Andes.
Y es por eso que en el proceso de iniciación con cristales se combinan las siguientes condiciones: el lugar, el espacio que corresponda a las características de frecuencia del cristal, y el poder de un chamán capaz de unirlo con el poder del cristal.
+El Valle Sagrado
Por supuesto que no todo el mundo conoce el concepto de Apu o el espíritu de la montaña en la lengua de los indios de los Andes. Pero cada vez que tomamos en nuestras manos uno u otro mineral o cuando estamos mirando la cima de las montañas, estamos incorporando voluntaria o involuntariamente a la herencia de la alquimia andina, aquellos procesos de la materialización sutil de la energía de nuestro espacio, aquel que los Incas antiguos usaban para comunicarse con los trece espacios del macrocosmos.
En nuestra tierra hay lugares que son muy importantes de considerarlos desde la posición de la cristalización. Y uno de tales lugares de poder es la Valle Sagrado de los Incas, el campo de cinabrio de la alquimia andina. Esto es el valle que rodea al río Urubamba, el lugar del nacimiento de muchas civilizaciones andinas, incluyendo la civilización de los Incas.
Este valle está formado por el río Urubamba en los Andes peruanos e incorpora las ciudades del Cusco y de Machu Picchu. El valle de Urubamba es el lugar de unión de la fuerza de la tierra de Pachamama con las fuerzas de las montañas sagradas de los Andes, los Apus del Valle Sagrado.
Apus del Valle Sagrado de los Incas
Apu de la montaña Ausangate
Ausangate (o Ausankati, Ausangate en español, Awsanqati, en Quechua.) es una montaña de 6372 metros de altura. Es el pico más alto de la región del Cusco en Perú. Según las leyendas, esta montaña fue la fuente de la energía de los Apus (poder Celestial) que fertilizó a la madre tierra, la Pachamama. Esta montaña también está relacionada con el poder de la transformación, la iluminación de la energía y la luz primordial. En la ladera Norte de la montaña, cada año, a fines de mayo y principios de junio, se celebra La fiesta de Quyllur Rit’i, que marca la aparición en el cielo de las Pléyades, un grupo de estrellas en la Constelación de Tauro, que en estos lugares se llama Kulka (qullqa – bóveda, en quechua).
Apu de la montaña Huanacauri
Huanacauri (o Wanakauri , Huanacauri en español, Wanakauri, en Quechua) es uno de los picos más altos de la parte sureste del valle del Cusco. Es el lugar de nacimiento de los Incas, el lugar de encuentro con la conciencia que determina la aparición de quien puede convertirse en Inca. Este lugar es la esencia de las fuerzas fertilizadoras de la lluvia Pachacamac y el viento Kon. Por lo tanto, la montaña Huanacauri está relacionada con los antepasados de los Incas.
Apu de la montaña Capacsaya
Apu de la montaña de Capacsaya ( Qhapaqsaya — poderosa ladera, en Quechua.), en realidad, personifica el poder del Valle Sagrado, o espacio sagrado. La altura de la cima de la montaña es de 5044 metros sobre el nivel del mar.
Apu de la montaña Pumahuanca
Apu de la montaña de Pumahuanca (Pumawanca – roca del Puma, en Quechua) establece la circulación de energía en el Valle Sagrado.
Apu de la montaña Chicu
Chicu (Ch’iqu-piedra transformadora, en Qechua) es una montaña en la cordillera de Urubamba, cuyo poder está destinado a contener los procesos de transformación y cambio en el Valle Sagrado de los Incas.
Apu de la montaña Sirijuani
La montaña Sirijuani, de 5.359 metros de altura, se encuentra en la cordillera de Urubamba. Es una montaña que nos conecta con el cielo.
Apu de la montaña Kanchakanchakasa
Kanchakanchayasa o Kanchakanchakasa (canchacanchajasa en español, Kancha Kancha Q’asa-que rodea los picos de las montañas, en Qechua.) es una montaña que encierra los procesos celestes en el Valle Sagrado.
Apu de la montaña Sauasirai
El nombre de la montaña Sauasiray (Sawa Siray, Quechua) significa “Alimentándose del Cielo”. El Apu de la montaña recuerda el principio del océano de Leche.
Apu de la montaña Salkantay
El nombre de la montaña Salkantay (Salcantay, en Español, Sallqa Antay, en Qechua) se traduce del idioma quechua como el Anfitrión de Corrientes Turbulentas. El segundo nombre de la montaña es Inigualable. Es el pico más alto del valle Sagrado con una Altitud de 6271 metros.
Apu de la montaña Putukushi
Putucusi (Putucusi en español, Phutu K’usi-brote de loto, en Qechua.) es una montaña de forma redondeada ubicada en el lado opuesto de Machu Picchu en el río Urubamba. Putukushi, Machu Picchu (montaña vieja, en Quechua.) y Huayna Picchu (montaña joven, quechua.) son considerados APUS sagrados, ambos dos.
Apu de la montaña Huayna Picchu
La montaña Huayna Picchu (Huayna Picchu,en español, Wayna Pikchu – montaña del Renacimiento, en Quechua) es el lugar en donde el río Urubamba hace su giro, es decir lo rodea. Esta montaña se eleva sobre la ciudad de Machu Picchu a 360 metros (2721 metros sobre el nivel del mar). El pico de la montaña se divide en inferior, medio y superior. Dentro de la montaña se encuentra el Templo de la Luna, que cumple la función de conservación de la energía.
Apu de la montaña Machu Picchu
Machu Picchu (Machu Picchu, en Quechua) es una cumbre de culto especial situada en la cima de una cordillera a 2450 metros sobre el nivel del mar sobre el valle del río Urubamba. Aquí se encuentra el centro sagrado Inca. Este espacio fue creado por el gobernante Inca Pachacútec alrededor de 1440 como un centro de transformación de la naturaleza del cuerpo sutil.
El lugar central de atracción aquí es el Intihuatana (Intihuatana es el Lugar donde está Atado el Sol. Es una gran piedra poligonal, un lugar de iluminación de poder. La piedra tiene Serifas que marcan el paso del Sol en los días de los Equinoccios de primavera y de otoño (al atardecer) y los solsticios: de Invierno (al atardecer) y de verano (al amanecer). Los conquistadores españoles buscaron este lugar durante mucho tiempo, pero la fuerza de Machu Picchu permaneció oculta de las invasiones externas.